11 de febrero de 2010

¿En dónde está la bigornia?

Avanzan los días, se acercan fechas definitivas para el futuro político del país y no puede ser más desolador el panorama. Mientras en las calles de casi todos los puntos geográficos de Colombia afiches, vallas o políticos en cuerpo presente agobian a barrios, veredas o pueblos, en algún recinto de Bogotá se debate la constitucionalidad de un referendo que, como ya se sabe, podría dar un vuelco nada saludable a la Carta Política escrita en 1991 y aprobar una nueva reelección presidencial.

En el entre tanto, algunos rostros familiares para el ciudadano colombiano se disputan un guiño presidencial o se sacan sus más sucios trapos al sol para reducir una o dos décimas en unas encuestas tendenciosas que en nada explican el estado actual de las cosas. Un periodista enfrenta la censura, el ataque personal y la persecución oficial. Una revista escribe sus últimas lastimeras páginas. Y un país acude aterrado a la ola de corrupción e injusticia social más absurda de la que se tenga memoria.

Sigue el presidente Álvaro Uribe abriendo la boca para emitir conceptos burdos, para evadir responsabilidades. Dice que no hablará en medios para evitar hacer política, pero sus áulicos son los primeros en abrir sus bandas, sus señales cualquier domingo en la mañana y darle el espacio requerido para hacer, sí, política. ¿Acaso no es política hacer barata y mentirosa propaganda de su gobierno y defender con estos 'logros' una gestión que, aunque popular, no es legítima y raya con la ilegalidad?

Y habla Uribe por todos los medios a su manera. Sabe que no necesita que RCN le ceda una, dos, tres horas, diez emisiones, para desternillarse en argumentos, para escupirnos en la cara a todos las bondades y maravillas de su gobierno. Sabe que tiene en columnistas, opinadores, manipuladores que toman sus palabras y nos las explican como si fuera el evangelio, letra que nadie más que ellos es capaz de interpretar.

Mientras tanto, en alguna orilla, tratamos de hablar, de expresarnos gozando de una libertad que cada vez es más incierta. Sabemos que quienes pueden hacerlo desde una tribuna más concurrida corren el riesgo de ser alabados con el falso respeto tono burlón de gente como Roy Barreras, la barata evasión de Andrés Felipe Arias, la insoportable e impertinente lambonería de un Alfredo Rangel que nos trata de insulsos ignorantes, el verborreico irrespeto de Fernando Londoño, la grosera indiferencia de varios más o la cada vez más temida y menos elegante ofensa escrita por José Obdulio Gaviria.

Este último, cuyas palabras parecen ser más perversas que la carrera criminal de su primo, el mismo que se atrevió a comparar a su líder incondicionado con el fallecido Jaime Garzón, se convirtió en el centro de todas las miradas tras el sorpresivo cierre de la revista Cambio, ese escandaloso y vergonzoso episodio de autocensura que aumenta la deuda que el cada vez más desprestigiado diario El Tiempo tiene con la libertad de prensa colombiana.

Fue el mismo Gaviria el que días antes calificó a Cambio o, más exactamente, a sus directores, de ser los jefes de la bigornia, palabra que promete empezar a instalarse en el vocabulario de otros personajitos poco menos perversos que él. Por aparentemente elegante, por fuertemente ofensiva, el ex asesor presidencial, el cómplice fiel de este gobierno, quién sabe si el autor intelectual del mismo, ha dado en el clavo y ha sabido encontrar un nuevo término para descalificar a quienes osen si quiera criticar la inmaculada obra del señor Uribe.

Pero los temerosos somos otros. Los perseguidos no reciben órdenes en la Casa de Nariño, ni reciben la desmedida atención de, incluso, el FBI cuando reciben irresponsables pero inofensivas amenazas. Los aterrados son quienes deben padecer de la descalificación sistemática por parte del mismo Uribe, la asociación directa de cualquier crítico con los grupos ilegales, la ofensa impúdica del señor Obdulio. Los asustados son los que padecen hostigamientos por parte de agentes estatales del Ejército o del DAS.

Entonces, esa bigornia, ese grupo de pendencieros que hacen lo posible por hacerse temer, ¿en dónde está? En las páginas de la revista que se acaba de cerrar, en los documentos investigativos revelados por Noticias UNO, en las investigaciones de la Fundación Arco Iris, en las columnas que se atreven a criticar a este gobierno, tenga la seguridad, señor Obdulio, que no la va a encontrar. Tal vez, señor Obdulio, la bigornia está alrededor suyo, encabezada por usted.

Porque los temerosos somos otros. Y son ustedes los que empiezan a hacerse temer.